Somos unos nostálgicos.
Incluso de épocas que no hemos llegado a experimentar por nosotros mismos.
Vivimos en la era del remake.
El cine y las series se han encargado de revivir franquicias que llevaban muertas 20 años o crear nuevas que funcionan como clones más guapos, más grandes y con más tirón que las fuentes en las que se inspiran. Y claro, la industria de la ropa no podía ser menos.
Esto no es algo nuevo en el mundo de la moda. De hecho, es algo inherente a ella. Todos somos conscientes –incluso los menos interesados por el tema- de que la moda es un proceso cíclico, en el que se rescatan y se reinterpretan ideas y estéticas de forma constante, proceso que se ha acelerado de forma exponencial en los últimos años.
Pero quizá esta vez, haya una diferencia, la literalidad. Kappa, Champion, Umbro o Fila. Son algunos ejemplos de las marcas que han vuelto a verse en las calles de todo el mundo, tan solo unos pocos años después de que te hubieras enfundado en uno de sus chándales para ir a clase de gimnasia un miércoles por la tarde. Solo que ahora han perdido esa inocencia y representan una estética urbana más agresiva –más de irse al parque con los colegas en lugar de a clase-.
Además, las reinterpretaciones han sucumbido ante las prendas exactas que llevábamos años atrás, y esto provoca que te cruces con algún abuelo con mucho más estilo que tú. Las marcas han sabido aprovechar la oportunidad, y no solo inflando el precio de sus prendas, sino también colaborando con otras marcas que están a la vanguardia de la moda como Vetements o diseñadores como Gosha Rubchinskiy, actualizando sus propuestas y modernizando su identidad a través de algo que parece impensable. Hacer lo que habían hecho siempre.
Texto: Laura Abad
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