¿POR QUÉ DAN tanto MIEDO nuestras TETAS?

Hablamos del miedo POR NUESTRAS TETAS.

Cuando hablamos de la palabra tetas o senos femeninos, tendemos a visualizar dos campos:
la maternidad y lo erótico.

Lo cierto es que a lo largo de la historia, estos, han tenido una profunda influencia en la evolución de la civilización. Así como consecuencias estéticas en las artes y formas literarias, las tetas tienen trascendentes efectos sociopsicológicos. Inspiran a normas morales, son fuente de placer, influyen en la socialización y comportamiento cotidiano, han dado lugar a reflexiones filosóficas y jurídicas, han fomentado la economía mundial y son símbolos de lucha por los derechos femeninos.

Pero, ¿Qué es lo que hace que las tetas tengan tanto poder y hayan sobresalido de su función original; amamantar a los hijos?

Contexto de civilización. Es importante tener este concepto en mente para entender qué ha sucedido con la simbología de los pechos.
Sabemos por la moda, cómo los gustos y tendencias han tenido un importante papel en su conducta: la exuberancia de lucirlos ampulosos fuera del escote en el s.XVIII, el concepto de androginia impulsado por las flappers durante los años 20, donde era favorable aplastarlos y no mostrar volumen, hasta llegar a la actualidad donde la mayor tendencia depende de cirugía con el fin de conseguir una forma voluminosa, redondeada y firme, poco común en la naturaleza de estos mismos.

El cuerpo femenino ha sido siempre connotado de sexualización.
Dependiendo de cada cultura vemos cómo el hombre ha considerado más exótico unas partes u otras del cuerpo de la mujer. La cultura latina optó por resaltar las piernas y traseros voluminosos en su mayor parte, los japoneses destacaron la piel aterciopelada y el cuello, de ahí el peinado icónico que lucían las geishas donde mostraban la nuca. Los pies pequeños también han sido una parte del cuerpo fetiche para la comunidad china, llegando muchas de ellas a vendar sus pies para impedir su crecimiento. Acto simbólico que encontramos en nuestros días con las operaciones de pecho.

Al margen de la civilización moderna, hoy en día, encontramos pueblos en condiciones de vida propias de remotos ancestros, donde los pechos de la mujer son llevados al descubierto y no representan fetiches eróticos para los hombres. Entendemos entonces que la opción de normalizar la visualización de las tetas sin connotación sexual extrema, no es más que el hecho de mostrarlas. Es decir, todo aquello que deja de ser oculto pierde su concepto tabú, y por lo tanto su sexualización. De este modo conocemos que el interés erótico por los senos es un imperativo cultural, variable dependiendo de cada contexto sociocultural, no tiene un origen biológico. Además, existe una hipótesis de corte socio-filosófico que apunta a la soledad del hombre civilizado como causante del deseo hacia el calor del seno femenino.


Otra hipótesis apunta que parte de esa obsesión también puede venir dada debido a la brevedad del periodo de lactancia del bebé en las sociedades civilizadas. Adultos oralmente insatisfechos, que focalizan su líbido en la fuente nutricia de la que no disfrutó durante su infancia. Esta hipótesis proviene de un encadenamiento de hallazgos que relacionan el déficit alimenticio con la atracción por los senos grandes, tal y como apunta un estudio llevado a cabo por la revista científica “Plos One” tras un experimento realizado en 2013.

A todo esto hay que añadir la masificación del marketing y cómo a lo largo de la historia los publicistas han recurrido a los pechos para sacar grandes ganancias de casi todos los campos de ventas. Propulsando aún más esa mirada erótica hacia los senos de la mujer.

En algunas culturas de la antigüedad encontramos iconos relacionados con el seno de la mujer, así como las venus paleolíticas con más de veintidós mil años. Constituida con una exageración integral de ciertos rasgos del cuerpo femino muy primarios. Se especula que este significado viene dado de una relación entre lo erótico y la fertilidad, donde el canon de belleza residía en figuras como la Gran Diosa Madre. En la modernidad, de acuerdo a evidencias etnológicas, pueblos de África y Asia resaltan la belleza de la mujer en cuanto a su volumen corporal. Cuanto más gorda, más hermosa. El sobrepeso llegó a ser un sinónimo de belleza, poder y riqueza.

Los griegos de los tiempos clásicos enfocan el tamaño del pecho en relación a la función de la mujer. Pequeños para las jóvenes que tenían que luchar y combatir con hombres, es decir, por su comodidad. Y voluminosos para las madres, ya adultas, que debían alimentar a la nueva generación de guerreros. En la época romana se comienza a exaltar el gusto de los pechos hemisféricos y prominentes, consonantes con una visión del cosmos centralizada en lo hedónico. Con la aparición del cristianismo los pechos se vuelven sinónimo de pecado, siendo aplastados e invisibilizados públicamente durante la Edad Media. En cierta medida esta actitud por ocultar y atribuir una connotación endemoniada sobre una parte del cuerpo de la mujer, es la que ha hecho crear mayor morbo sobre sus senos.

Como decíamos anteriormente, aquello que se oculta desarrolla un mayor concepto de fantasía, y por lo tanto, de deseo. En el Renacimiento los escotes cobran su mayor apogeo mostrando parte del pezón. Por lo contrario en el s.XIX, durante la época victoriana, aparece el corset y todo el cuerpo de la mujer queda cubierto al completo. Siendo adornados con excesos de telas, estructuras y siluetas que asfixiaba y deformaban su propia naturaleza. De este modo, la indumentaria comienza a ser un reflejo de la connotación sexual sobre los pechos que la sociedad ha tenido en cada época. En el siglo XX aparece el concepto de sostén y sus variantes. Entre los años treinta y principio de los cincuenta la silueta de reloj de arena cobra su mayor esplendor con Marilyn Monroe y Jane Rusell.

Con esta última aparece la creación del sostén metálico para la película The Outlaw, donde el director tenía como fin magnificar sus voluminosos pechos. Es esta figura la que nos persigue hasta nuestros días. Aunque han aparecido cuerpos delgados y sin volumen como el de las top models en los 90 ‘s, lo cierto es que la figura de los pechos voluminosos ,sigue estando en auge y es lo que nos lleva a cobrar decisión propia sobre cómo y cuándo queremos enseñar nuestros pechos.

En el campo de las artes , 🎨 bien sea pintura, escultura o literatura, entre otros, se recoge y plasma las siluetas que más inspiraron a los artistas de la época. Es importante destacar cómo en un origen el fin era resaltar la armonía y belleza de la mujer, como así representar su fertilidad y maternidad mediante la simbología de los pechos. Podemos verlo en esculturas como La Venus de Milo o las estatuas polimastias de Artemis .

Efesia. Con el Renacimiento aparecen las tradicionales “Maria Lactans”, madonas amamantando al niño Jesús. Es importante destacar figuras como la diosa Santa Ágata y la extirpación de sus pechos como signo de martirio debido a no satisfacer las necesidades masculinas del modo que esperaban. A la par del auge en la iconografía espiritual de las vírgenes lactantes, comienza a florecer el retrato erótico de los pechos. Tomamos como referencia la pintura de 1400, La Virgen y el Niño rodeados de ángeles, de Jean Fouquet, retrato de Agnes Sorel, amante del rey Carlos VII de Francia, quien con su perfecto y redondeado pecho turgente se aleja de la inmaculada representación de la virgen para imponerse como símbolo erótico.

Es en 1830, con la obra La Libertad guiando al pueblo de Delacroix, cuando el pecho de la mujer es representado como símbolo de libertad y empoderamiento de ella misma durante la guerra. Es decir, el pecho se utiliza como elemento de atracción visual para reivindicar derechos y ligarlo a conductas políticas, ya que es el modo más llamativo con el que la mujer, en dicha época, conseguiría hacerse notar ante una sociedad machista que la situaba en una segunda escala.

Esta conducta fue seguida posteriormente por el movimiento feminista que nace en los 50 ́s y que muchas artistas tomaron por banderas. Resaltamos el icónico libro del colectivo Boston Women ‘s Health Book, “Nuestros cuerpos, nosotras mismas” de los años sesenta. Como hemos citado al principio, el papel de las religiones será crucial en los códigos morales, y en efecto, la visión que hoy en día tenemos sobre el pecho de la mujer. Códigos que constituyen una parte medular de la cultura subjetiva, aquella sin ninguna configuración material que está imbricada en nuestro psiquismo. Influyendo bajo la consciencia y constituyendo aspectos de la personalidad y estilo de vida social.

Los jerarcas doctrinarios del cristianismo, judaísmo e islamismo se sintieron perturbados por el cuerpo de la mujer y ordenaron taparlo, apareciendo prendas tan opresoras como el burka.

Todas estas religiones crearon unos códigos claves, denominados zonas de pudor, donde coinciden en considerar como pecado, y para sorpresa la mujer sale ganando en prohibición. El torso o pecho del hombre nunca ha sido tema tabú ni ha estado sujeto a ser cubierto y oculto. Por este motivo, a día de hoy las mujeres seguimos luchando con movimientos como el Me Too, dónde queremos igualdad en cuanto a censura de pezón se refiere. Solo hay que recurrir a la historia y llegar a comprender si las normas impuestas han sido coherentes o no.

Son muchas las mujeres que recurren a mostrar sus pechos como mayor arma de lucha para conseguir igualdad, o una determinada justicia, independientemente del campo que se trate.


Se apreciará que Femen no es un movimiento exclusivamente feminista; también milita por otras causas de alto contenido político, como el respeto a la democracia, la libertad de expresión y la lucha contra la corrupción. La figura de Delacroix nos enseñó que las tetas son nuestras y nadie tiene mayor potestad sobre ellas que nosotras.

La historia evoluciona y con ella debe hacerlo su ética y moral. Hemos comprobado que la sexualización de los pechos tiene una carga social, política y religiosa empoderada por la mirada del hombre, por el patriarcado, y en torno a ella se ha desarrollado todo lo que entendemos por justo, digno y apto socialmente. La mujer es mujer, y sobre sus pechos solo debe decidir ella. Bastante hiriente es ser consciente de cómo ha sido el desarrollo de estos en la historia, como para seguir propulsando esa visión injusta que actualmente solo se sustenta por la mentalidad del hombre. Sí, el hombre y como a lo largo de la historia ha cubierto su ansiedad mental por la soledad con la figura de la mujer. Apoderándose de ella y decidiendo en todo momento cuan de libre debe ser.

Pero no debemos olvidarnos que al igual que la mujer tiene pecho, también hay hombres que lo tienen. Hombres cis y hombres trans, y cada uno de ellos con cargas connotacionales diferentes. Son pechos voluminosos, con pezón y en ambos casos también pueden desarrollar actos lactantes… ¿Qué les diferencia del pecho de la mujer para unos ser censurados y otros no?

Si bien con algo debemos quedarnos, es con la belleza del cuerpo de la mujer en todas sus vertientes… Con pecho, sin ellos, con pene, con vagina, altas, bajas, gordas, flacas… La figura femenina está enriquecida de poder y quizás eso es lo que ha hecho que dé tanto miedo. Podríamos decirle a Rigoberta Bandini que ya sabemos por qué da tanto miedo nuestras tetas. Lo que no entendemos es la actitud de los directores de este juego, llamado sociedad, donde en pleno siglo XXI siguen sin querer abrir los ojos. De todos modos, gracias Bandini por poner sobre la mesa este tema tan necesario y que posiblemente marque un antes y un después en cuanto a tetas se refiere.

De momento, solo nos queda seguir mirando y contemplando la visión de muchos artistas que causan furor con sus propuestas. Desde plantear performances como “El ballet de los pechos” de Annie Sprinkle, llevar a pasarelas diseños de bolsos con siluetas de tetas como bien hizo la firma de lujo Schiaparelli o revolucionar los medios digitales con carteles de un pezón al modo de Almodóvar con su película Madres Paralelas.

Y esta es la mejor forma de jugar; seguir y seguir hablando de ello. Cuantas más tetas vean más cerca estaremos de conseguir nuestros derechos. ¡Arriba con Delacroix, arriba con Rigoberta y arriba nuestras tetas.!

Crónica y collage : Cayetana de Benber

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