Hace escasos días Netflix estrenaba La increíble historia de la isla de las rosas. Una película inspirada en Giorgio Rosa, el hombre que montó una nación en medio del Mar Adriático.
Gracias a esa recóndita y extraña ventana que Netflix a veces abre para ver el mundo, podemos disfrutar de la historia de Giorgio Rosa. Para muchos, un loco, un exéntrico, para otros un genio y un valiente. ¿Es posible crear una nación desde cero?
Suponemos que en algún momento se tuvo que hacer esta pregunta el protagonista (que en la película relacionan con una historia de amor). Nada más lejos de la realidad, el «Príncipe de los Anarquistas» levantó una plataforma en medio del mar Adriático declarándose independientes.
Un gobierno propio, oficina postal, un bar, una tienda, una moneda propia y hasta un nuevo idioma que probablemente te suene: el esperanto. Toda una fantástica utopía en forma de isla a la que el gobierno italiano reconoció desde el primer momento como un plan para sacar dinero a turistas evadiendo impuestos.
A pesar de llegar el caso al Consejo Europeo, ningún país (como era de esperar) reconoció la isla de Rosa como una micronación. Y en cuanto el presidente pudo dar luz verde montó una operación militar para destruir la plataforma. Desde mayo del 68 hasta febrero del 69 duraría la perfomance.
Aún así, no han sido los únicos intentos de micronaciones por el mundo, y existen cantidad de remotas islas que se hacen llamar micronaciones. Ejemplos como la isla de REM, una plataforma petrolífera con la intención de emitir programas «pirata» de radio y televisión. Fue desmantelada por el gobierno holandés.
La isla de Sealand es otro gran ejemplo o el Gran Ducado de Westartica, que cuenta con su propia embajada en España. Hay cientos de micronaciones alrededor del mundo, todas con su bandera y en su mayoría con un merchandising en el que puedes pedir tu título nobiliario.
Es un poco friki, pero si tienes dinero y puedes permitírtelo, ¿por qué no montar tu propia nación?
