La historia de la firma Gucci es digna de ser llevada a la gran pantalla.
Fue Guccio Gucci, un joven florentino interesado por la moda quien, en el año 1920, abrió una tienda en su ciudad natal basada en el trato artesanal del cuero.
El buen hacer en los acabados y la calidad de los materiales utilizados conllevaron el inevitable éxito de aquella pequeña empresa cuyas señas de identidad eran los bolsos, los cinturones tricolor y los mocasines.
Poco después, y con la ayuda de tres de sus hijos, Aldo, Vasco y Rodolfo, Guccio comenzó la expansión de la compañía abriendo sucursales en Milán y Roma, además de la tienda que ya poseían en Florencia, concretamente en la Via della Vigna Nuova. Tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, con la economía desperezándose, la marca arrancó su internacionalización estableciendo una sucursal en Nueva York.
Por aquel entonces, las décadas de los cincuenta y sesenta, la jet y el star system de Hollywood enloquecían con la G de Gucci, lo que contribuyó a convertir a la marca en un símbolo del lujo mundial.
Sin embargo, en los años ochenta, algunas disputas familiares internas condujeron a Gucci al descrédito y a la pérdida de influencia y de capital económico. Cuando Rodolfo, uno de los hijos de Guccio y el responsable de la globalización de su logo, murió en 1983, su heredero Maurizio tomó el control de la compañía.
En marzo de 1995 Maurizio Gucci recibió cuatro disparos a las puertas de su oficina en la milanesa Via Palestro.
El asesinato de Maurizio dio el pistoletazo de salida a uno de los juicios que más morbo han generado en Italia. El proceso concluyó con la condena de cinco personas, entre ellas, la ex mujer de Gucci, Patrizia Reggiani, que pasó entre rejas 18 años hasta que finalmente fue liberada en septiembre de 2013.
Aunque en la época algunas versiones sugerían que el asesinato a sangre fría de Maurizio podía deberse a una conspiración internacional por los intereses económicos del último miembro del clan, el juez declaró que la mente tras del crimen era Reggiani, que había contratado a través de su vidente, Pina Auriemma, a un pistolero (un ladrón llamado Benedetto Ceraulo) para acabar con su ex marido.
En 1993, dos años antes de morir, Maurizio vendió Gucci a la firma Investcorp y un joven y desconocido Tom Ford fue elegido para sustituir al italiano.
Su célebre colección otoño-invierno de 1995, compuesta por pantalones de terciopelo ceñidos, blusas de seda y escotes de vértigo, desterró la por aquel entonces dominante estética grunge y minimalista.
La nueva estrategia de Gucci con Ford pasó por cargar a las prendas de un fuerte componente sexual.
El modista y también cineasta abandonó repentinamente la marca en 2004.
La tercera edad dorada de Gucci llegó con Frida Giannini, hasta ese momento encargada de diseñar los complementos de la firma.
Una de las principales particularidades de este nuevo período es la sustitución del característico negro de Ford por el color y los estampados.
A comienzos de 2015, un completo extraño para el gran público sale a saludar al final del desfile masculino otoño-invierno de Gucci. Se trata de Alessandro Michele, mano derecha de Giannini. El hasta entonces ayudante de la creativa italiana, nacido en Roma, formado en Fendi pero trabajando para Gucci desde 2002, se confirma como nuevo director artístico de la marca.
Michele obtiene un éxito inesperado al frente de la casa de moda italiana con su estética retro y se convierte en un auténtico referente para la industria.
Y hasta hoy.