Antes de nada, quiero dejar claro que asumo la total responsabilidad de este artículo y no hago partícipe de ella al medio en el que aparece, agradeciendo de paso su pluralidad al permitirme expresarme en él. No deja de ser irónico que un artículo titulado “¿Se avecinan tiempos de censura?” tenga que empezar con estas palabras, pero constata cómo están las cosas y la necesidad de escribirlo.
Este artículo está escrito desde el amor. Al final, los peones no son culpables de que les saquen de sus casillas para utilizarlos en las diferentes partidas de ajedrez que se están jugando.
Hace unos meses hablé con una persona acerca de un incidente que había ocurrido en una charla que tenían programada Felipe González y Juan Luis Cebrián en una universidad. Algunos estudiantes habían hecho una protesta y habían obligado a los ponentes a suspenderla por no estar de acuerdo con ellos. Esta persona se quejaba de que los ponentes tenían mayor libertad de expresión ya que pese a que les habían boicoteado el acto, todas las cámaras y micrófonos se dirigían hacia ellos a la salida para conocer su opinión. 😦
Mi argumento era que los jóvenes tenían mayor libertad de expresión real, ya que Felipe González estaba sujeto por su pasado como presidente del gobierno y había un montón de temas que no podía abordar en público. En cuanto a Juan Luis Cebrián, más de lo mismo ya que actualmente los medios de comunicación, y sobre todo la prensa escrita, dependen más de la connivencia con el poder y la publicidad institucional que de las ventas finales a sus lectores. Como contrapartida, su opinión también tiene más influencia que la de un puñado de estudiantes anónimos, y ese es uno de los puntos importantes para entender todo esto.
La libertad de expresión no molesta demasiado siempre que no tenga un gran alcance. Históricamente se ha permitido a los ciudadanos de a pie decir lo que quieran si esta opinión no traspasaba las paredes de su casa. Pero cuando su influencia en la sociedad era mayor, se desataban los diversos mecanismos para censurarla.
Los tiempos han cambiado, las redes sociales han permitido que ciudadanos anónimos sin una gran posición de poder y, por lo tanto, sin mucho que perder tengan un altavoz con el que su opinión pueda llegar muy lejos y las formas de censura se han hecho más sutiles.
Los de arriba utilizan los medios de comunicación para que los de abajo se informen (curiosa palabra “informar” ¿quizá sea una referencia a “formar por dentro”?) y así colocar en la agenda de opinión lo que se habla en cada momento, poniendo el foco, desde el lugar que les interesa, en algunas cosas y dejando en la oscuridad otras.
También es muy importante la autocensura. El no dar tu opinión de ciertos temas por miedo a no comulgar con la mayoría que te rodea, mayoría que se ha informado a través de los medios de comunicación mencionados anteriormente. 👋
Pero si todo esto falla, de vez en cuando nos dan toques de atención: chistes de Carrero Blanco o de Irene Villa, canciones de Ayax y Prok , tuits de César Strawberry… o la última, el autobús de Hazte Oír.
Los de arriba no pueden ir contra todo el espectro de opiniones a la vez, así que van poquito a poco: quito un poco de un lado y luego otro poquito del lado contrario. Igual que cuando van a por las condiciones de los trabajadores: primero voy al cielo a por los controladores aéreos y más tarde voy al mar a por los estibadores.
Así la gran mayoría de la gente no se pone en tu contra y sonríe pensando “Que se jodan”.
Cuando ponen multas por chistes, por canciones, por tuits o por autobuses están mandando un mensaje, no se trata tanto de prohibir esas opiniones concretas sino de advertir a la sociedad en general que la libertad de expresión tiene límites y, por supuesto, esos límites se van a ir acortando sin prisa pero sin pausa. 🔜
¿De verdad la manera más inteligente de silenciar un autobús que incita a leer un libro llamado “El libro prohibido” es prohibir el mensaje? Claro que no. El libro ha tenido muchos más lectores con esta acción de los que habría tenido si simplemente se le hubiese hecho un vacío informativo. Algo similar ha ocurrido en el caso de Cassandra y los chistes sobre Carrero Blanco, que han inundado las redes sociales después de conocerse la sentencia. No se trataba de silenciar ambos mensajes, se trataba de avanzar hacia el recorte de la libertad de expresión. Sin prisa pero sin pausa.
Se le atribuye a Voltaire la frase de “No comparto tus ideas pero defenderé con mi vida tu derecho a expresarlas” y a este punto quería llegar. Lo más inteligente es defender la libertad de expresión pese a que no compartamos los mensajes que se viertan al ejercerla ya que de lo contrario, nos pasará como en el poema “Cuando los nazis vinieron a por los comunistas” que trata acerca de no ofrecer resistencia a las tiranías en los primeros intentos de establecerse:
Cuando los nazis vinieron a llevarse a los comunistas,
guardé silencio,
porque yo no era comunista,
Cuando encarcelaron a los socialdemócratas,
guardé silencio,
porque yo no era socialdemócrata,
Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas,
no protesté,
porque yo no era sindicalista,
Cuando vinieron a llevarse a los judíos,
no protesté,
porque yo no era judío,
Cuando vinieron a buscarme,
no había nadie más que pudiera protestar.
No soy ultracatólico practicante, ni me hacen especial gracia ciertos chistes, ni me gustan de manera especial ciertas canciones o ciertos tuits. Pero defiendo todo lo anterior porque creo que la libertad de expresión es más importante que compartir o no sus ideas.
Espero no quedarme solo cuando vengan a por mí.
¿Qué opinaís de la censura? ¿Os sentís censurados?
#WAG1MAG
Texto: Alejandro Mendicote